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Rutas y amistad con los Hells Riders Cuenca


uno de los clubes más numerosos de Cuenca y tienen su filial femenina. Son 118 motociclistas que disfrutan de rodar dentro y fuera de la ciudad tanto como ayudar a la gente más necesitada. Empezaron a rodar por iniciativas de tres amigos que buscaron un espacio para disfrutar de su pasión: los motores.


Estos “jinetes del infierno” no tienen nada que ver con la acepción original de su nombre. Son motociclistas y cuencanos. Pero su nombre viene más bien de una cualidad que caracteriza a sus tres fundadores: Juan Felipe Calderón, Paolo Reinoso y Paúl Coronel.


“Cuando decidimos formar el club, nuestros conocidos nos decían que éramos unos demonios, pero no por malos sino por nuestra forma de ser jocosa, divertida, traviesa…”, afirma Reinoso, ahora presidente del Hell Riders Cuenca, uno de los grupos de motociclistas más reconocidos y numerosos en la capital azuaya. Y de allí salió la idea del nombre.


“Pese a que no éramos muy metidos en la cultura biker, nos gustó ese nombre por cómo sonaba y porque, de alguna manera, nos identificamos con las palabras que lo forman”, confiesa. Y todo esto fue cerca del 28 de septiembre de 2017, fecha en que sus fundadores “formalizaron” la creación del club.


El “Team”, como prefiere llamarlo Reinoso, nació como casi todos los clubes de motociclistas: por la afición de un grupo de amigos. “Los tres nos juntamos y empezamos a rodar. Para la siguiente semana invitamos a algunos conocidos e hicimos una ruta hasta Gualaceo… fue una noche de jueves de motos. Ahí fue cuando empezó todo”, recuerda.


La afición de los tres fundadores del Hell Riders Cuenca iba más hacia los autos y los karts. “Pero era un gusto que nos podíamos dar una vez al mes como máximo porque no había más competencias. Pero las motos sí las podíamos mover todos los días y/o todos los fines de semana… ahí nos empezamos a enamorar de este mundo biker”.


Y esta iniciativa creció tanto y tan rápido que hoy, apenas tres años y unos poco meses más, son 118 los miembros de este “Team” multimarca. Es que para ser parte de los Hell Riders Cuenca no se necesita mucho ni cumplir complicados requisitos según cuenta su actual presidente. Es que ellos trabajan este tema al revés de lo que tradicionalmente se acostumbra: “ invitamos a los motociclistas interesados a que rueden con nosotros ; eso sí, tiene que ser por lo menos un mes”. En ese tiempo analizan la personalidad y proceder de las personas y “si ellos se sienten bien con nosotros, y nosotros con ellos, ingresar al club”.


Para hacerlo deben pagar solamente una inscripción de 40 dólares. Y después, en cada salida, sobre todo las que se convierten en paseos largos, deben cancelar una determinada cantidad para costear los gastos de la rodada. Así de simple, siempre y cuando la conexión entre las partes sea positiva.

En este corto tiempo de vida del club el primer presidente fue Juan Felipe Calderón pero su cambio de domicilio hacia Guayaquil hizo que asumiera esa responsabilidad Paolo Reinoso, que era el vicepresidente original junto a Paúl Coronel como secretario. Hoy completan la directiva Alfredo Avilés como “vice”; Byron Arias y Jhony Gómez, como encargados de las redes sociales, su efectivo medio de comunicación; y, Santiago Quishpe y Juan Pablo Ullauri, como encargados de las rutas que organiza el “Team”. A ellos se une Mauricio Sánchez, en uno de los cargos más importantes de su estructura interna… Él es “la voz del pueblo”, una especie de comunicador interno, ya que es quien hace llegar a la directiva las inquietudes de los miembros del Hell Riders Cuenca.


¿Normas o reglas? Muy pocas en realidad. Pero implacables. No alcohol… Esto es prohibido cuando están en sus motos y puede generar una separación temporal o definitiva del miembro que la infrinja. El respeto a los otros motociclistas es primordial, “en la ruta y en la vida” de acuerdo a lo que cuenta Reinoso.


Y también hay una causa de expulsión no negociable. “Las relaciones se respetan”, sentencia el presidente. “Es decir que si un miembro del club se mete con la pareja de otro miembro se tiene que ir de nuestro grupo”.


El Hell Riders Cuenca es un club multimarca que no se fija en el cilindraje de las motos de sus socios. En sus filas cuentan con una gran cantidad de scooters y las motos “van creciendo” hasta llegar a las enormes Africa Twin de Honda o las Adventure 1200 de KTM.


El género de sus miembros tampoco es una limitante. A tal punto que en el grupo están las Hell Riders Girls, un numeroso grupo de chicas que mantienen su propia organización pero respetando las directrices del club original.


Sin importar su condición económica, política o social, los miembros de este club cuencano, que se precia de ser el segundo más numeroso de la ciudad, tienen mayormente edades que van desde los 25 hasta los 30 años. “Pero también tenemos uno de 18 y otro de 56 años. Y coincidencialmente son dos de los que más rutean y muchas veces lo hacen juntos ya que han formado una bonita amistad”, cuenta Reinoso.

“Somos un grupo de motociclista de mente muy abierta que no hacemos distinciones de ninguna clase. Lo único que sí pedimos es mucho respeto entre nosotros”... Con esta frase se sintetiza el vivir y sentir de los Hell Riders Cuenca. Y esto ratifica otra de las sentencias de su presidente: “¡Vamos mucho más allá de las motos! Somos una familia más integral. No solo vivimos alrededor de nuestras motos sino que nos preocupamos de nuestras vidas y situaciones personales”.


Pero como es lógico, la actividad motociclística es la esencia del “Team”. Por ellos, las salidas de los “jueves de motos” son imperdonables y solo en casos de lluvia extrema se cancelan las ruteadas nocturnas… “y esto por seguridad de nuestros miembros aunque a muchos nos gusta rodar en lluvia”. Gualaceo, Paute, Girón y muchos otros lugares cercanos a Cuenca son los destinos a los que el grupo, que normalmente se compone alternadamente de unos 30 a 35 motociclistas, se dirige para disfrutar de sus motos.


Asimismo, el fin de semana, generalmente los sábados son momentos de salir a la “carretera abierta”. Los encargados de las rutas, Santiago Quishpe y Juan Pablo Ulluari, establecen rodadas “semi largas” como las que hacen a Yunguilla, Machala, Guayaquil, Loja, Palmira, entre otros rumbos. Cada salida agrupa aproximadamente a unas 20 motos y en la mayoría de ocasiones preparan una para que quienes tienen motos más hacia el estilo trail las aprovechen de la mejor manera y otra para los que disfrutan más de la suavidad del asfalto de las carreteras.


Paolo Reinoso, que es propietario de una Yamaha MT03, dice que “las motos son un medio de diversión para nosotros y tratamos de que todos disfruten al máximo la que se compraron”. Por ello, en sus rodadas fuera de la ciudad permiten a sus miembros que les gusta correr, pero siempre con la mayor precaución y respeto a las normas de tránsito, que aceleren a fondo sus motos. “Pero esto se hace solamente en zonas seguras y no todo el tiempo. Pueden correr unos tramos y luego deben parar y esperar al resto del grupo”. Asimismo, los que gustan viajar despacio lo hacen a su ritmo.. pero nunca van solos porque “el club siempre tiene dos motos grandes que van al final del grupo barriendo la ruta por si acaso alguien necesite ayuda”.


El Hell Riders Cuenca en un club que tiene acuerdos con importantes empresas del sector motociclístico de su ciudad para que les apoyen en su actividad social. La marca Bajaj y la empresa de accesorios Moxal son dos de ellas y les colaboran en eventos de ayuda a sectores de personas más necesitadas. En Navidad, por ejemplo, organizan entregas de alimentos y juguetes en comunidades lejanas. “No solo nos preocupamos por nuestros miembros del club sino que, en la medida de nuestras posibilidades, tratamos de ayudar a la mayor cantidad de gente que podamos.



No usan parches ni casacas de cuero como distintivos. Pero si se identifican con su logotipo colocado en gorras, buffs, camisas, hoodies… “pero esto es a voluntad de cada uno de los miembros. Nada es obligatorio entre nosotros”.


Pero como todo buen club, sí tienen en mente un objetivo a corto plazo: tener una sede propia donde reunirse, luego de disfrutar de sus motos, para disfrutar también de su amistad.



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